miércoles, 19 de marzo de 2014

¡PATATAL!

¡PATATAL!
Todo empezó una tarde que me vestí para ir a fútbol. A las 4:00 me fui al coche a esperar a mi hermano y mi madre, de camino a las pistas adelantamos al abuelo de Lucía.
Lucía es la única niña que juega en mi equipo. Al llegar a las pistas de fútbol y atletismo , comprobé que era el primero (winer). Estaban los balones, picas y conos. Entré en  el vestuario a dejar la mochila. Cuando llegaron todos nos hablaron un poco del rival de esta semana (el Castro), mil palabras salieron de la boca de Osorio (el entrenador).
Empezó a repartir el material de entrenamiento, a mí me tocó llevar los balones.  Al llegar a la valla comprobamos que estaba cerrada, (nos tocó pasar por el medio) ,menos uno que parecía que estaba en un campo de entrenamiento militar (arrastrándose )medio.   
Así acabó  y además de blanco, sudaba la sudadera  ¡no era agua!. Empezamos el entrenamiento con mucho físico, nos metió siete vueltas a la pista de atletismo. En cuanto terminamos de correr Manu (el portero) se tuvo que ir. Pero nos hizo una demostración de cómo se bañan los cochinillos (se revolcó en el barro). Después estuvimos haciendo unos rondós, consiste  en cuatro personas fuera en un círculo y una dentro. Al final del entrenamiento todos estábamos para foto (cli,cli), la ropa no se sabía de qué color era y nosotros parecíamos croquetas.
Cuando llegamos a los vestuarios las madres que estaban esperando, se echaron a reír, ¡qué carga de barro teníamos!. Al final llegó lo mejor, la hora de la ducha, tardamos más que nunca (¡se estaba de bien debajo del agua caliente!),  no estaba entrenando ningún equipo más y teníamos todo el vestuario para nosotros.
En fin otro día más de entrenamiento. Cuando salí estaban mi madre y mi hermano esperando (aburridos de esperar), fuimos al coche y mi madre me dijo que íbamos hasta el puntal, para ver los desperfectos que habían hecho las olas . Cuando llegamos había mucha gente mirando y haciendo fotos, todo el mundo decía lo  mismo (¡qué desastre!).  A mi madre la impactó mucho que habían desaparecido la mayoría de las dunas enormes que había por allí. Estuvimos unos ratos allí parados viendo el paisaje que había quedado. Con tristeza nos fuimos para casa, para cenar enseguida y irse a la cama para madrugar al día siguiente, para ir al colegio.

                              Mario García

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