Todo empezó una tarde que me vestí para ir a fútbol. A las 4:00 me fui al coche a esperar a mi hermano y mi madre, de camino
a las pistas adelantamos al abuelo de Lucía.
Lucía es la única niña que juega en mi equipo.
Al llegar a las pistas de fútbol y atletismo , comprobé que era el primero
(winer). Estaban los balones, picas y conos. Entré en el vestuario a dejar la mochila. Cuando
llegaron todos nos hablaron un poco del rival de esta semana (el Castro), mil
palabras salieron de la boca de Osorio (el entrenador).
Empezó a repartir el material de entrenamiento, a
mí me tocó llevar los balones. Al llegar
a la valla comprobamos que estaba cerrada, (nos tocó pasar por el medio) ,menos
uno que parecía que estaba en un campo de entrenamiento militar (arrastrándose
)medio.
Así acabó
y además de blanco, sudaba la sudadera
¡no era agua!. Empezamos el entrenamiento con mucho físico, nos metió
siete vueltas a la pista de atletismo. En cuanto terminamos de correr Manu (el portero)
se tuvo que ir. Pero nos hizo una demostración de cómo se bañan los cochinillos
(se revolcó en el barro). Después estuvimos haciendo unos rondós, consiste en cuatro personas fuera en un círculo y una
dentro. Al final del entrenamiento todos estábamos para foto (cli,cli), la ropa
no se sabía de qué color era y nosotros parecíamos croquetas.
Cuando llegamos a los vestuarios las madres que
estaban esperando, se echaron a reír, ¡qué carga de barro teníamos!. Al final
llegó lo mejor, la hora de la ducha, tardamos más que nunca (¡se estaba de bien
debajo del agua caliente!), no estaba
entrenando ningún equipo más y teníamos todo el vestuario para nosotros.
En fin otro día más de entrenamiento. Cuando salí
estaban mi madre y mi hermano esperando (aburridos de esperar), fuimos al coche
y mi madre me dijo que íbamos hasta el puntal, para ver los desperfectos que
habían hecho las olas . Cuando llegamos había mucha gente mirando y haciendo fotos,
todo el mundo decía lo mismo (¡qué
desastre!). A mi madre la impactó mucho
que habían desaparecido la mayoría de las dunas enormes que había por allí. Estuvimos
unos ratos allí parados viendo el paisaje que había quedado. Con tristeza nos
fuimos para casa, para cenar enseguida y irse a la cama para madrugar al día
siguiente, para ir al colegio.
Mario García
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